Científicos
del University College de Londres han detectado, tras examinar a 105 personas,
de las que 80 eran bilingües, que el conocer un segundo idioma altera en
sentido positivo la estructura del cerebro, en concreto el área que procesa
información. En particular, mejora la llamada plasticidad cerebral. Un poco
como un ejercicio deportivo ayuda a potenciar los músculos. En efecto, el
análisis con el escaner ha demostrado que la materia gris situada en la parte
inferior de la corteza parietal era más densa entre los que hablaban una
segunda lengua, sobre todo entre los que aprendieron el idioma desde pequeños.
El
profesor de Psiquiatría de la Universidad de California en Los Ángeles, Joaquín
Fuster, que habla fluidamente seis idiomas, cree que si se quiere potenciar la
memoria, es recomendable abandonar el cómodo monolingüismo ya que "con un
segundo idioma se mejoran todas las funciones cognitivas, la atención, la
percepción, la memoria, la inteligencia y el lenguaje".
Al
ponerse en marcha gran parte de la maquinaria cerebral, se producen, de forma
indirecta, efectos muy positivos en otras áreas. Así, "los niños bilingües
destacan por tener una mejor capacidad de selección de las respuestas, una
mayor habilidad para llevar a cabo tareas simultáneas, gracias a que consiguen
evitar interferencias y controlar el comportamiento", dice Rodríguez
Fornells.
Albert
Costa, profesor universitario y miembro del grupo de Neurociencia Cognitiva del
Parc Cientific de Barcelona, recuerda que "las personas que hablan dos
lenguas tienen una mayor facilidad para focalizar su atención en aquello que
consideran importante y prescindir de las informaciones que puedan
interferir".
Sin
embargo, hay que introducir algunos matices. Uno es el número de idiomas.
Conocer diez lenguas no nos convertiría en genios de forma automática. Es más, con dos bastaría. La
psicóloga Ellen Bialystok de la Universidad de York, en Canadá, reconoce que al
hablar un idioma extranjero se registra una mejor calidad de la atención para
problemas complejos. Sin embargo -apunta-, no hace falta convertirse en
poliglota para que nuestro cerebro mejore la plasticidad. "A partir del
segundo idioma que se aprende, no se registran ulteriores beneficios en el
cerebro". Científicos del University
College de Londres han detectado, tras examinar a 105 personas, de las que 80
eran bilingües, que el conocer un segundo idioma altera en sentido positivo la
estructura del cerebro, en concreto el área que procesa información. En
particular, mejora la llamada plasticidad cerebral. Un poco como un ejercicio
deportivo ayuda a potenciar los músculos. En efecto, el análisis con el escaner
ha demostrado que la materia gris situada en la parte inferior de la corteza
parietal era más densa entre los que hablaban una segunda lengua, sobre todo
entre los que aprendieron el idioma desde pequeños.
El
profesor de Psiquiatría de la Universidad de California en Los Ángeles, Joaquín
Fuster, que habla fluidamente seis idiomas, cree que si se quiere potenciar la
memoria, es recomendable abandonar el cómodo monolingüismo ya que "con un
segundo idioma se mejoran todas las funciones cognitivas, la atención, la
percepción, la memoria, la inteligencia y el lenguaje".
Al
ponerse en marcha gran parte de la maquinaria cerebral, se producen, de forma
indirecta, efectos muy positivos en otras áreas. Así, "los niños bilingües
destacan por tener una mejor capacidad de selección de las respuestas, una
mayor habilidad para llevar a cabo tareas simultáneas, gracias a que consiguen
evitar interferencias y controlar el comportamiento", dice Rodríguez
Fornells.
Albert
Costa, profesor universitario y miembro del grupo de Neurociencia Cognitiva del
Parc Cientific de Barcelona, recuerda que "las personas que hablan dos
lenguas tienen una mayor facilidad para focalizar su atención en aquello que
consideran importante y prescindir de las informaciones que puedan
interferir".
Sin
embargo, hay que introducir algunos matices. Uno es el número de idiomas.
Conocer diez lenguas no nos convertirla en genios de forma automática. Es más, con dos bastará. La psicóloga
Ellen Bialystok de la Universidad de York, en Canadá, reconoce que al hablar un
idioma extranjero se registra una mejor calidad de la atención para problemas
complejos. Sin embargo -apunta-, no hace falta convertirse en poliglota para
que nuestro cerebro mejore la plasticidad. "A partir del segundo idioma
que se aprende, no se registran ulteriores beneficios en el cerebro".